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Himar Doramas Gonzalez Dorta nacido en Las Palmas de Gran Canaria el 19 de marzo de 1976 realiza sus estudios en La Universidad de Las Palmas de Gran Canaria en la facultad de Ciencias del Mar.

        Amante del mar, el deporte y de la naturaleza siempre ha cosechado un incansable interés por el conocimiento de las culturas del mundo así como de las artes y costumbres de cada una de ellas, combinando este interés con los viajes y con su trabajo como empresario de Hostelería. Ha mantenido contacto con diferentes disciplinas marciales como el Hapkido, Taekwondo y Capoeira.

Himar González Dorta

Aikivida

        Caminando por el sendero de la vida y atendiendo a mi constante curiosidad para con las experiencias que acontecen a mi alrededor, tuve la posibilidad de emprender un fabuloso camino hace aproximadamente un año y medio.

        Todo empezó por las historias que había oído a un buen amigo hacía algún tiempo sobre los grandes beneficios de la práctica del yoga.

        Este arte milenario que siempre paso desapercibido para mi, pues en numerosas ocasiones tuve la oportunidad de oírlo e incluso acercarme a él, no captó nunca mi atención, quizás porque siempre me gustó la acción, prefería practicar otros deportes más activos como la natación, el surf, el windsurf, el Taekwondo o el Capoeira, o tal vez por mi ignorancia hacia la práctica del mismo, no conociendo sus preceptos y beneficios.

        Cierto es que en el momento en el que comienzo a practicar el yoga lo hago también por necesidad, por la necesidad de apaciguarme e intentar buscar una salida a mi incapacidad para afrontar los problemas con los que la mayoría coexistimos de forma habitual tales como el estrés, ansiedad, los malos ritmos y hábitos cotidianos, etc… ya sabéis, lo de la mayoría de la población, porque si, pertenezco a ese gran colectivo social que sucumbe a la agitada y caótica rítmica que nuestros tiempos nos impone y que nos va descolocando día a día.

        Amén de ello, y sin caer en el fatalismo, cierto es que en ocasiones hemos de emprender un nuevo camino en nuestras vidas y romper con todo lo que nos ha lastrado para poder saltar hacia nuevas metas que nos conduzcan, como no, hacia el camino que nos lleve a conseguir el fin último y más trascendental de la existencia en nuestra vida, “la felicidad”.

        Todos hemos oído alguna vez aquello de, la felicidad se consigue disfrutando de los pequeños placeres de la vida, o aquello de la felicidad empieza por uno mismo, y así una infinidad de frases hechas, muchas veces redactadas en curiosos manuales que puedes encontrar en la librería de la esquina en la sección de autoayuda. Puede resultar divertido aunque si lo pensamos con detenimiento veremos justo lo contrario.

        Creo que es algo más complicado de lo que a primera vista puede proclamar un manual de autoayuda, y que para solucionar nuestros problemas personales, es más, todos los problemas en general de nuestro sistema, o mejor dicho, para conseguir vivir en un mundo mejor y conectarnos entre nosotros de una manera limpia y armónica, debemos comenzar un viaje para el no es necesario acercarse a ninguna agencia de viajes, gastar ni un solo euro, ni contratar la cara consulta de un especialista psiquiatra.

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        Comencé a practicar yoga en mi casa, solo, con un método y un CD. No creo que pasarán más de tres semanas comencé a percibir sus beneficios de una manera espectacular, me pareció increíble, que con un ejercicio tan poco “sacrificado”, o mejor dicho, tan alejado de los convencionales deportes o artes marciales que practicamos cotidianamente se pueda conseguir unos resultados tan visibles y beneficiosos.

        El ejemplo que mejor describe el beneficio que se adquiere con la práctica es como dejé mi adicción al tabaco, que en una y mil ocasiones traté de erradicar, y sin hacer ningún esfuerzo, solamente respirando se desvaneció como por arte de magia.

        

RESPIRANDO

        Alguien me dijo una vez que si le preguntas a un niño en la India donde tiene el corazón pondrá su mano sobre la parte baja de su vientre.

        Volver a nacer es quizás la mejor descripción de la metamorfosis que se produce en el momento en el que empezamos a respirar. Volvemos a empezar. Toda esa sensación de agitación y de falta de aire provocada por una respiración entrecortada, acelerada y amalgamada se transforma en un torrente profundo y armónico que oxigena nuestro cerebro, aviva el espíritu y apacigua nuestro ser.

        ¿Cómo hemos podido crecer en un mundo que no sabe respirar? ¿Cómo hemos podido obviar algo tan ligado al ser humano como la consciencia de inhalar y exhalar adquiriendo el oxigeno que activa nuestro metabolismo?

        A medida que el aire se hace profundo y fluye por tus venas todo se reorganiza. Sientes tranquilidad, claridad mental, eliminas estrés, aumentas tu capacidad pulmonar, aumenta tu energía, disminuye el cansancio físico, eliminas vicios, etc…

        

ACCIÓN-REACCIÓN: AIKIDO

        Toda acción produce una reacción. Una vez que empiezas a redirigir tus energías hacia elementos que te reaniman y te aportan calidad de vida, comienzan a aparecer nuevas disciplinas que parecen surgir por la propia inercia de los cambios acaecidos.

        Por ello en el momento que tuve la oportunidad de comenzar la práctica del aikido no lo dude ni un segundo.

        Había oído hablar de este arte marcial Japonés en numerosas ocasiones aunque nunca tuve la oportunidad de acercarme a él, aun cuando sentía curiosidad por conocerlo. Desde el principio me enganchó, inicialmente motivado por la práctica de algún deporte y por lo interesante de las técnicas aplicadas, aunque poco a poco se fue introduciendo en mi interior, hasta tal punto, que me resulta difícil pasar sin la práctica más de un par de días aun cuando solo llevo un año.

        Una vez que te abres paso en el camino del Budo ya no hay marcha atrás, se te trastocan todos los principios de tu vida.

        He empezado a percibir grandes beneficios después de un par de meses practicando la espiral que bien puede definir al Aikido. Esta espiral, que plantea los fundamentos técnicos del Aikido, aprovecha la energía del adversario y la deja fluir enganchándola para aprovecharla y sumarla a la mía propia para casi siempre terminar realizando un giro absorbente y letal para el contrincante, algo así como un efecto tornado, para nosotros URA.

        Me considero una persona bastante escéptica y poco propensa a creer en nada que no se pueda demostrar de manera empírica, sobre todo, dada mi formación técnico científica en la rama de la biología marina. Nunca he practicado ningún tipo de religión, pues en mi casa siempre goce de total libertad de pensamiento y creencias, y, por supuesto, la religión nunca fue algo que me interesara. Hago este paréntesis puesto que para poder seguir explicando mis primeras experiencias en este arte me parece que estas reseñas biográficas podrán animar a muchos a trazar una mejor perspectiva sobre mi acercamiento al Aikido y mi modo de entenderlo.

        He podido aprender que nuestra sociedad nos prepara para ser los mejores profesionales de la rama que elijamos, nos enseñan a ser competitivos, a aspirar al mejor puesto y a ganar siempre sin importar el cómo, el fin justifica los medios. La lucha por aumentar nuestro patrimonio es constante y en la mayoría de los casos se nos identifica por las marcas de nuestra ropa, el coche que conducimos y el rango que desempeñamos en nuestra empresa. Además en nuestras casas casi todos crecimos con la idea de: estudia para que tengas un buen trabajo, coche, casa, etc… A partir de estos preceptos se construye nuestra vida y vamos encajando en la posición que nos toca.

        Curiosamente nadie me hablado nunca del amor, de la felicidad, el espíritu, la energía vital, la bondad o el altruismo, o de cómo estas ideas pueden convertirte en una persona fuerte y estable interiormente relegando a un segundo plano el resto de cuestiones superficiales y carentes de un sentido real, animal o natural. No se trata de convertirme en un monje budista, pero por lo menos de no empezar la casa por el tejado.

        Por ello es de vital importancia comenzar a cultivar nuestro interior lo antes posible para poder crear unos pilares sólidos en los que se pueda sustentar un proyecto de futuro real hacia la felicidad y la armonía.

        Aikido (Ai: unión, Ki: energía vital y Do: la vía). Persigue el camino hacia la armonización de nuestro ser interior a través de la regulación de nuestra energía vital.

        Estos son conceptos que nos suenan extraños y muchas veces hacen caer a los que miran desde fuera en malas apreciaciones guiados por la experiencia vivida en nuestra sociedad que a nivel espiritual es de lo más pobre que existe. Cualquiera que se haya cultivado en la lectura, haya tenido la oportunidad de viajar por Asia, África o Sudamérica, o haya tenido el interés de conocer al resto de culturas del mundo sabrá que la nuestra está muy carente en lo que a los aspectos de nuestro ser interior se refiere.

        Creo que es la gran asignatura pendiente de occidente y uno de los grandes detonantes de las situaciones críticas que se viven hoy en día y que va a marcar nuestro futuro próximo.

        Es habitual oír a alguien decir: mira a esos lo que hacen, pandilla de locos.

        Nada más alejado de la realidad y en cuanto de integras al ritmo cotidiano de las prácticas te das cuenta de la nobleza, cortesía, pureza, fuerza y energía que este arte te confiere y que unido al trabajo sacrificado del aprendizaje y forjado del cuerpo físico lo hacen tener un sentido sepulcral que te ayuda a sentar las bases del crecimiento personal, y que, aunque alejado culturalmente de nuestro mundo, nos infiere el carácter del guerrero Samurái y nos transfiere los preceptos del budo: ser grandes luchadores tanto en el campo de batalla, en la vida cotidiana para nosotros, como fuera de ella cultivando además de la espada, facetas como las letras o las artes.

        No se trata si no de utilizar la metáfora del Aikido para crecer y convertirnos en grandes por dentro sin descartar el espíritu marcial del mismo. Y es que a medida que he ido aprendiendo los fundamentos básicos de este arte me ido dando cuenta de que la vida que llevamos en nuestra sociedad hoy en día ha perdido todo ápice de sentido y razonabilidad.

        En Aikido no hay cinturones de colores que separan el rango de los practicantes, solo hay cinturones blancos. No existe la competición, por ello no se entrena, se practica. Se establece una etiqueta rigurosa que nos enseña tanto el respeto al entorno en el que practicamos como hacia nuestros compañeros y hacia los más veteranos o sabios. Se practica en pareja y siempre se intercambian los papeles asumiendo primero el de atacante UKE y después el de receptor TORI, creándose una interacción muy interesante en la que los flujos de energía se redirigen según el rol en cada momento.

        Desde el momento en el que te aproximas al Dojo empiezas a reorganizar tu mente para apartar todas las cuestiones que sucedieron durante el día y empezar a tener la conciencia de que la práctica va a comenzar. El mundo se detiene. Por un par de horas me transporto a otro mundo en él me he de guiar por un rígido código que hace de la práctica un verdadero viaje espiritual. Desde los saludos y respeto a los más veteranos hasta los pequeños detalles como la higiene personal y el respeto sonoro son constantes en la práctica. Trabajamos bajo un ritmo intenso pero silencioso sin interferencias de ningún tipo de ruido o música evitando además hablar durante la práctica. Todo ello aporta un ambiente de aprendizaje óptimo equiparable al de una biblioteca en la que se lee o estudia.

        Toda experiencia es perfectamente transportable a nuestra vida diaria. Saludar con respeto al fundador, O Sensei, como se debe respetar a un anciano sabio, respirar antes de comenzar, manteniendo la espalda erguida, evitando malas posiciones, pues es denominador común en la práctica el trabajo en higiene postural. Concentración, atención y espíritu.

        Son muchas las cuestiones en el aprendizaje que se convierten en verdaderos paralelismos con la vida y que poco a poco, a través del trabajo continuado, se van afianzando en nuestro ser de manera inconsciente:

        La mejor postura en la espalda así como el fortalecimiento de la estructura física a nivel de piernas hace desaparecer dolores de espalda. La respiración te oxigena y además ayuda a realizar las tareas cotidianas controlando las inhalaciones y exhalaciones. La concentración bajo presión te ayuda a desenvolverte mejor en las situaciones diarias. Aumentan los reflejos. Se aumenta de manera considerable la flexibilidad. Disminuyen los miedos interiores motivados por vértigos. Se aumenta la seguridad en uno mismo. Aumenta la sensación de raíz, factor de trabajo continuo en la práctica, por lo que nuestro andar es más firme y como consecuencia somos más equilibrados mentalmente.

        Se establece un sistema de trabajo marcial que ayuda desarrollar nuestra personalidad y crear nuestro camino dándonos seguridad y criterio ante las decisiones en la vida. El sacrificio es constante, como debe ser en la propia vida y el afán de superación es un factor inherente a nuestra evolución en el dojo.

        Todos estos detalles dan el sentido a la AIKIVIDA y transfieren ese sentido, en forma de metáforas vivas, a nuestra vida cotidiana tan desvirtuada.

Vista desde la puerta de nuestro Dojo (foto Himar González).

        Colmando el anhelo del curioso que quiere ahondar en los misterios del ser humano y caminar por los complicados senderos de la mente humana para cosechar victorias en nuestras luchas interiores.

Himar González Dorta.

Aiki - Publis del mes de Febrero de 2013.

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