Mapa  de nuestra Web  
Puedes comentar el artículo en nuestro Blog  

El Sr. D. Carlos Cabrera es estudiante del Dojo Kuubukan de El Sauzal, en el cual desempeña las labores de secretario del mismo.

        Comenzó el estudio del Arte del Aikido atrayéndole su sensibilidad y la aplicación que se podía hacer de este en la cotidianidad.

Sr. D. Carlos Cabrera

Esfericidad del Aikido.

El Aikido y yo

(Mi primera experiencia aplicada al entorno)

        Al poco de iniciarme en el Aikido, nuestro sensei intentaba hacernos entender la esfericidad del mismo, en como se efectuaban los movimientos en círculos y en planos diferentes, es por ello que tenía muy presente en mi memoria todas estas “nuevas” ideas, que bullían en mente diariamente y con todo lo que me rodeaba.

        Fue entonces cuando en casa se nos ocurrió que debíamos pulir y abrillantar los suelos, que al ser de una especie de marmolina, se encontraban ajados por el uso. Cómo sacar los muebles, Para que fuese ejecutado el trabajo por una empresa especializada y hacerlo con los muebles era muy complicado, decidí que si conseguía el material y los utensilios necesarios podría realizarlo yo mismo, aunque el esfuerzo y el trabajo fuesen superiores.

        Comentando el asunto con un familiar, este se ofreció a conseguirme una máquina profesional de pulimentar si yo quería. Al comentarle que yo no sabía manejar dicha máquina, mi sobrina que si sabía, -pues trabajó en cierto momento con ellas-, se ofreció a enseñarme.

        Pues bien, transportando la máquina hasta casa, me dí cuenta a través de su peso que no parecía tan fácil su manejo. Comenzamos retirando los muebles en una zona del salón y ella, mi sobrina, una mujer aunque fuerte no es corpulenta, enchufó la susodicha máquina a la red eléctrica y la puso en funcionamiento. Bien, se trataba de una de esas máquinas con un disco giratorio en la base al cual se le adhiere otros discos según el trabajo para pulir, limpiar o abrillantar, cuyo peso yo estimé en unos cincuenta kilos.

        Mi sobrina comenzó haciendo una demostración, y aunque confesó que hacía tiempo que no las manejaba, se veía su destreza al moverla de un lado a otro, con algún que otro esfuerzo cuando el girar de la máquina se le escapaba a su control. Entonces para que el trabajo no fuera sólo de ella decidimos, su marido (abigarrado albañil de la construcción y agricultor) y yo, relevarla en el mismo.

        Comenzó el marido –fortachón acostumbrado a pesos grandes y al arado mecánico- al cual la endiablada maquinita le brincaba por el pequeño salón amenazando los muebles próximos y a todo el que osara cruzarse en su camino, desistiendo después de un par de minutos.

        Entonces era mi turno, más listo que nadie cogí la endiablada máquina y apreté el botón de encendido. Casi me descoyunta los hombros saliendo disparada hacia un lado y cuando intenté llevarla al lado contrario tuve que salir corriendo tras ella, pues se me escapaba, consiguiendo a duras pena accionar el botón de apagado.

        Mi sobrina, muerta de risa, volvió a coger la infernal máquina, convirtiéndola en un corderito.

        Herido en mi orgullo varonil, le pedí que me enseñara, y así lo hizo. Había que ser muy suave, dejándola posada en el suelo y con una leve inclinación del mástil que lleva, hacia arriba, abajo, derecha e izquierda, dejar que ella sola se moviera.

        Los primero intentos, con su supervisión fueron aceptables, así que ella terminó el salón y como había que dejarlo, pues era muy tarde, decidimos dejar el resto para el día siguiente. Cosa que debía hacer yo mismo, pues era mi compromiso.

        A la mañana siguiente, temprano, preparé los utensilios y comencé la labor. En los primeros compases la máquina gobernaba, y me costaba gran esfuerzo dirigirla hacia donde yo quería, entonces, se me iluminó la mente, y me acordé de las enseñanzas de nuestro sensei, sobre la esfericidad de los movimientos, y otro repetitivo de sus enseñanzas “la ausencia de fuerza”.

        Mientras trabajaba me puse a observar a la máquina que era un disco que gira en un plano (fuerza centrípeta y centrifuga) entonces descubrí que el disco en sí mismo se dirigía con el brazo según se ejercía un desequilibrio en el mismo, y así andaba, es decir, si levantaba el brazo iba hacia atrás, si lo bajaba, hacia delante, y sucesivamente izquierda - a la derecha- y derecha – hacia la izquierda.

La infernal máquina

La infernal máquina.

        Me pareció interesante descubrimiento, así que busqué el segundo principio del aikido “no fuerza”, tras algunas pruebas, ya la dominaba sin esfuerzo ¡¡¡¡iba sola y hacia donde yo quería!!!

        Así que seguí “practicando” y al final del trabajo, después de cuatro o cinco sesiones a todo el piso, terminé manejando la “endiablada” máquina, convertida en corderito, con sólo ¡dos dedos!.

        ¡Que pena que no me hubiera visto mi sobrina!

Carlos Cabrera. Diciembre de 2009.

Puedes comentar el artículo en nuestro Blog

© 2009 Surya.   Contacto: e-mail: secretariadeldojo@yahoo.es   Telf: + 34 639 187 140