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Hoy nuestro Sensei Ishana Pérez nos abre una ventana a su pasado con este artículo a través de su relación con su Sensei. A pesar que es un momento muy triste para todo nuestro Dojo por el fallecimiento el 28 de Diciembre de 2022 del Sensei Terry Ezra, agradecemos a nuestro Sensei que comparta con nosotros todas esas vivencias y la descripción de su proceso de formación.

        Este documento es importante tanto para los que estamos actualmente en nuestra escuela, como para las generaciones futuras, lo cual agradecemos a Sensei.

        También queremos compartir con el público en general nuestra pequeña historia, al igual que el proceso de educación que tenemos en nuestra casa y que se transmite de generación en generación.

Curriculum del Sensei Ishana Pérez
Índice del Artículo.

introduccion

Introducción.

Mi primer contacto

Mi primer contacto.

De alumno

De alumno.

La emancipación

La emancipación.




La relación con mí Sensei

        “No debería ser difícil la elección entre lo recto y lo erróneo, puesto que aquellos que quieren seguir al Maestro, han decidido practicar el bien a toda costa”. A los Pies del Maestro, de J. Krishnamurti.

        La relación con el maestro es humana y, como tal está llena de altibajos, en la mayoría de los casos por culpa del alumno y esto se debe a su falta de conocimiento y discernimiento para aceptar la disciplina y adentrarse en la Vía.

        La relación que tuve con mi Sensei no estuvo exenta de cambios y mutaciones, a veces para bien y otras para no también, en especial éstas últimas por causas de terceros; pero lo que sí fue es intensa, directa y muy cercana. Por estas tres razones dejó una huella muy profunda en mi evolución en valores como: la disciplina para conseguir logros en la educación, la constancia en el trabajo a pesar de las dificultades, la práctica austera para poder evolucionar, la seriedad para llevar un Dojo, en definitiva, muchos aspectos que mientras le acompañe los vi con el ejemplo más que con las charlas sobre el tatami, por lo cual, me siento muy afortunado y privilegiado, ya que dado como es el mundillo del Aikido, caer en otras manos quién sabe qué locuras estaría haciendo yo a día de hoy.

        Hay una cosa clara, las improntas del comienzo son importantísimas tanto si uno piensa abrazar el Aikido como medio de vida o como complemento a ésta y, dependiendo de cómo sean éstas va a marcar el futuro mental y técnico del alumno. Indudablemente puede haber personas que tengan un mal comienzo y luego en base al discernimiento reconduzcan la situación, pero eso son solo casos excepcionales y muy difíciles de ver, lo normal en dejarse llevar por la deriva a no se sabe dónde.

        Una de las cosas importante que debe marcar la educación del novicio es el forjar la personalidad y el carácter, inicialmente, incluso más que la faceta técnica y, como verán a lo largo de este escrito, en los años que yo estuve con el Sensei Terry Ezra, eso era una de sus prioridades, al menos conmigo, porque ya se sabe que los procesos educativos de las diferentes generaciones estudiantes son distintos, porque la visión del Sensei también va cambindo aunque prevalezca el sustrato de la tradición.

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        Mi primer contacto.

        Estoy entre las dos primeras generaciones de estudiantes del Sensei Terry Ezra, por lo tanto es una época que estaba cargada de mucha disciplina; una vez estábamos en clase y se presenta un estudiante que había llegado tarde al Keiko, esperaba al bode del tatami para que le dieran la autorización para entrar, Sensei estaba corrigiendo a alguien, al verlo paro la clase y le preguntó:

        - ¿A dónde vas?

        - A clase, Sensei.

        - Y Sensei le contestó:

        - Llegas tarde, vienes mal vestido, traes el obi mal puesto y pretendes entrar, será mejor que vuelvas mañana.

        Esto puede ilustrar la disciplina que se respiraba en sus clases, también añadir que sus ingresos para vivir dependían del Aikido. En ese tiempo no tenía Dojo propio (el Komyokan no existía en esa época), sino que nos movíamos en centros culturales y polideportivos donde tenía los distintos Dojos, en los cuales montábamos el tatami antes de practicar y lo desmontábamos al concluir.

        Dentro del tatami tenía un carácter terrible, eso contrastaba mucho cuando se le tratabas fuera de él, que en ese caso era muy afable, yo creo que esa personalidad tan espartana, era para que comprendiéramos que lo que hacíamos no era un juego, ni un pasatiempo, sino algo que podía transformar nuestras vidas.

        Cuando le conocí, que fue por un error, ya que la persona que tenía que venir de la British a impartirnos un seminario a Tenerife no pudo y, en sustitución vino él. En ese tiempo de novicio yo practicaba un Aikido muy físico, las técnicas salían a base de musculo, ¡que locuras hacíamos contempladas con la distancia del tiempo! Siempre me acordaré de los Uchi Kaitenage, de no poder dormir de las tendinitis en los hombros, por el hecho de intentar mover al Uke en la perpendicular, con el brazo extendido y con el músculo.

        Pues bien, yo era el responsable de montar en Kamiza en el seminario y, como no, llegué tarde. Cuando entré todo el mundo estaba en el tatami y él sentado en Seiza en una esquina meditando a la espera que llegara el Kamiza para comenzar las clases, ¡gracias a dios que en esa época no me conocía! Pero cuando me vio colocando el Kamiza, con su mirada fue suficiente para mí.

        Bueno comenzó el seminario, ¡y como no! Eso del uso de la estructura, del Time, del Ki y del relax en la práctica a nosotros nos lo traía al fresco, cargábamos con todo lo que teníamos más el alma, pero cual era nuestra sorpresa que inmediatamente salíamos volando, no se sabe cómo pero el hecho era que nos proyectaba y con mucha contundencia.

        Después de las primeras horas, -los seminarios de Sensei en esa época duraban 8 horas, 4 de mañana y 4 de tarde-, algunos pensamos que lo hacía porque era solo un Uke y él era más grande y fuerte que nosotros, pero como todo llega en la vida, en un momento de la práctica decidió plantear el trabajo en tríos, ¡llegó nuestra hora! Pero claro, estaba el problema que no nos sacara de Uke a los que teníamos esas dudas, ¡la suerte nos sonreía! fuimos llamados un colega y un servidor, que previamente habíamos hablado que lo que nos había pasado era por lo anteriormente dicho, así que fuimos a por él agarrándole como aquella persona que pende de un precipicio, ¡la sorpresa fue monumental! Salíamos igualmente despedidos, mi compañero me echaba a mí la culpa por no agarrar lo suficientemente fuerte y yo hacía lo propio con él, cuanto más duros nos poníamos más fácil nos proyectaba o nos derribaba, su gesto en ese tiempo era llevarte al límite del desequilibrio, te sostenía en ese punto un momento, sonreía y luego te soplaba a la vez que te proyectaba.

        Aquello me impactó fuertemente, ¿cómo se podía hacer eso? ¿Qué había que hacer para lograrlo? Si solo lo hubiera visto, siempre está el recurso de decir aquello de: “bueno, ellos se compinchan para dar espectáculo y atraer la atención de la gente”, pero lo viví en primera persona. Al final de ese seminario tome la decisión de seguir esa forma de Aikido, no sabía con quién, ni cómo, pero es lo que yo quería en base a mi determinación.

        Estaba en racha, lo digo porque en el transcurso de una de las comidas me dijo que si yo quería me invitaba a su casa y que aprovechando mi viaje debería ir a la Summer School que la British Aikido Federation hacia todos los años en Chester. Desde ese mismo momento consagre todos mis esfuerzos en ahorrar y prepararme para afrontar ese reto en los meses que faltaban para la realización de la Summer School, llegado el momento, de los ocho o diez que estábamos estudiando Aikido en la isla de Tenerife (al igual que en toda Canarias porque no había más Aikido en ninguna isla) solo iba a ir yo, en el último instante se unió mí otro amigo, el que me increpaba que no agarraba con todas mis fuerzas a Sensei.

        La visita estuvo llena de sorpresas, Sensei vivía en un barrio algo conflictivo y había que andarse con mucho ojo, de hecho, cada vez que entrabamos en la casa había que desconectar una bomba de humo que él había instalado en la puerta de entrada a su casa; su forma de vida era al estilo japonés, todo en el suelo, así que la Seiza era para comer, ver la tele, hablar, etc., luego, nos llevaba todas las mañanas al Dojo que un amigo suyo karateka se lo prestaba para su práctica diaria, ésta consistía en una hora de meditación y luego ejercicios de armas, -ahí descubrí por primera vez la Kashima Shin Ryu- que me cautivo desde el primer momento hasta el día de hoy.

        Nunca se me olvidará cuando me puso unos calcetines de lana sobre aquel tatami de madera superpulido para hacer ejercicios de desplazamientos con el objetivo de desarrollar raíz, aquello más que Aikido parecía patinaje artístico, ¡y claro! Con el consiguiente porrazo al intentar estabilizarme. Sensei era muy dado a inventar constantemente aparatos y formas de mejorar determinados aspectos del Aikido, por ejemplo: taladro un bokken por el interior, en el cual introdujo una bola de acero para testar si tu extensión al cortar era buena, si realizabas Shomenuchi y la bola impactaba en la punta del Ken estaba bien hecho el corte, si por el contrario no iba con un golpe seco a la punta, tu extensión era defectuosa, una versión más simple era cuando atabas el obi a la punta del Ken para hacer el mismo ejercicio; en otra ocasión hizo un Bokken con una madera del Amazonas que un amigo le había traído y que no flotaba, ¡imagínense lo que pesaba aquello para manejarlo! Y tenias que hacerlo con mucho relax porque si no, en vez de aprender a relajarte te volvías un marmolito tieso como un ajo puerro, así que la evolución solo dependía de ti.

        Otro día nos comenta que la tarde la íbamos a tener libre, así que nos llevo a un pub de punks con cara de pocos amigos, ¡mira si hay sitios bonitos para visitar en Liverpool! Y no nos quedamos en la puerta, nos llevó al fondo del local y nos sentó en la última mesa, nosotros sorprendidos le preguntamos por qué estábamos allí, su respuesta fue tajante: “Tienen que aprender a absorber la energía negativa con energía positiva y conservar la calma”, estábamos todo menos calmados y, de la energía no hablemos, no teníamos ni para mover la sangre por la venas.

        Los días pasaban y nuestra práctica a duras penas la llevábamos adelante, porque después de lo que hacíamos por la mañana (de 09.00h. a 13.00h.), venían las clases de la tarde, que comenzábamos a las 17.00h. con los niños y terminábamos a las 22.00h. con los adultos, es decir, hacíamos 9 horas de práctica cada día.

        Fue una buena preparación para el Summer School, que eran siete días de practica en horario de mañana y tarde, yo creo que gracias a esa preparación previa sobrevivimos.

        La verdad que cuando retornamos a la isla vinimos cargados de nuevos proyectos, -al menos por mi parte- y, con una visión muy amplia por todo lo que vimos y vivimos que me reafirmaba en la forma de Aikido que quería seguir, no tenía ni idea de lo que me iba suponer, pero sí tenia la determinación de perseguirla hasta el final pese a quien pese. Eso tuvo un costo alto, no todo el mundo en el círculo en el que me movía había tenido la misma revelación que yo. Los demás prefirieron seguir con el músculo, yo creo que porque no entendieron ese tipo de Aikido tan sensitivo y se prefería más el colegismo que una buena educación, ¡pero cada cual es dueño de su elección y por lo tanto de las consecuencias derivada de ella!

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        De alumno.

        En el siguiente viaje, -ya solo-, formalice el lazo con él y comenzó mi formación bajo su tutela que duraría bastantes años. Por mi parte en la mayoría de los casos le visitaba dos veces al año y, otras dos que él venía a mis Dojos a instruirnos y marcar las pautas que debíamos seguir, cada viaje a la isla tenía una duración entre siete y diez días.

        En unas de esas visitas que le hice a Liverpool, me dice que debo introducirme en el Iaido, me presta una Katana que tenía filo al igual que la suya y nos vamos al Dojo, ese día parecía una práctica relajada y comenzamos a realizar movimientos en solitario y luego por parejas, en unos de esos movimientos me cortaba por el vientre con lo cual yo tenía que doblarme hacia delante y luego él asestaba el tajo final al cuello, bueno todo bien, repetición por aquí, repetición por allá, pero en un determinado momento él giro su Katana y realizó el corte en mi cuello con el canto opuesto al filo, aún hoy en día cada vez que lo recuerdo siento el frio acero recorriendo mi cuello. Me quedé con un shock y por la cara que puse le dio por reírse, Sensei tenía una vena pilla que se manifestaba cuando ya el trato era muy cercano.

        Por contraste está la responsabilidad, tenía deberes en la práctica personal, me los marcaba por visita, tanto si yo iba o él venía, los cuales controlaba de una manera muy estricta, ahí no había espacio para la broma y había que andar muy ligero y trabajar muy duro. Cada elemento me lo explicaba muy minuciosamente, al igual que su vigilancia era de halcón cuando practicaba en los seminarios, como cuando me sometía a los controles.

        Eso me ayudo mucho, creo que sin esa disciplina tan estricta no hubiera podido llevar adelante los cuatro Dojos que dependían de mí, más que nada porque el Aikido en Canarias estaba comenzando y yo tenia que prepararme a fondo para asumir una responsabilidad tan grande, dicho de otra manera, mi iniciación en el Arte era a la vez continuar con mi formación personal a la vez que dirigia a otros sin haber alcanzado la madurez adecuada. Pero como dice el dicho: “No hay mal que por bien no venga”, porque eso me sirvió para sentar las bases del Aikido y desarrollar un método junto con una planificación solida y estable, para que los que vinieran detrás pudieran evolucionar mejor.

        Las visitas de Sensei a la isla eran demoledoras para todos, inicialmente por los preparativos previos, había que tener todo a punto, luego, tanto yo como los alumnos que dependían de mí tenían que llegar a los objetivos planteados en la anterior visita, por otro lado estaba el ritmo de práctica en los seminarios que como dije antes eran de ocho horas por día.

        Cuando te veía cansado llegaba y me decía: “¿Estas cansado Ishana?” y, como se te ocurriera la feliz idea de decirle que sí, ¡gárrate! Acto seguido elegía una técnica de Nage, sus preferidas eran Tenchinage, Kokyunage y Sumiotoshi y te proyectaba cien veces de forma continuada, ¡contadas una por una! Esto en un comienzo no lo entendía y me lo tomaba como una preparación física y una perfección del Ukemi, hasta que comencé a comprender la importancia del espíritu, de la respiración, del control visual y del Ma - ai, de la acción-reacción, de superar los propios límites bajo presión y, dentro de esa presión mantener la lucidez, en definitiva, lo que implicaba la educación como budoka. Hoy en día a veces a los estudiantes de mi Dojo que no quieren esforzarse les digo que hacen un Aikido de salón, donde el esfuerzo se rehúye en vez de afrontarlo con valentía.

        Una vez en un Misogi de O Sensei puso a un estudiante a contar porque estaba lesionado, ¡se hacían 5000 cortes en esos Misogis! Pero el compañero que estaba por fuera sentado contando, contó mal, en nuestras cabezas solo pensábamos ¡y que no llegan los dichos 5000 cortes! Sensei estaba muy enfadado con nosotros porque carecíamos de espíritu y nos arengaba para que tuviéramos más brío, se ponía delante de ti cortando y tenías que seguirle el ritmo que él marcaba. Al día siguiente hizo un repaso de las anotaciones de nuestro compañero y vio que casi habíamos llegado a 6000, en la siguiente clase nos pidió disculpas. Menos mal que al día siguiente el compañero en cuestión no podía venir a clase, porque si le pillamos íbamos hacer esta vez 6000 cortes de verdad pero sobre su cabeza, para que la próxima vez estuviera más atento.

        Otras de las cosas que recuerdo en sus visitas, -que siempre se quedaba en casa-, era lo extenuante que eran, normalmente dormía poco, bajaba varios kilos y tenía mucho trabajo. En los seminarios le hacía de Uke para las explicaciones centrales en el 90% de las ocasiones, luego cocinarle y, atenderle en lo que necesitaba, también había que sumar las correcciones del día que me daba en privado por lo que tenía que estar muy despierto. Creo que todo esto estaba en sus planes para forjar un espíritu fuerte y me sometía aposta a tanta presión.

        Con el paso del tiempo he entendido mejor todo ese proceso, me imagino que él había pasado por lo mismo o peor con Chiba Sensei. Recuerdo esos días con gran agrado a pesar del esfuerzo, la disciplina y los problemas que surgían, no obstante, siempre estaré muy agradecido a Sensei por esa educación tan espartana.

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        La emancipación.

        Después de formarme muy bien con una sólida base, llegó el día de emanciparme para seguir mi propio camino, las separaciones siempre dejan algo de nostalgia y uno se pone a repasar el pasado, pero el Camino continúa y uno debe avanzar y no mirar atrás. Por recomendación suya viaje durante 20 años viendo todas las formas de Aikido que encontré, incluso aquellas que iban en contra de como me había educado, también contrastaba las diferentes metodologías con que los diferentes Senseis impartían sus enseñanzas.

        Eso ensancho mucho mis horizontes y me reafirmó más en ese Aikido de Yamaguchi Sensei que un día descubrí gracias a él y que después potencie a través de la vía francesa con diferentes Senseis, desarrollando mucho más ese descubrimiento de un universo basto e infinito, del cual me considero parte y del que me enorgullezco practicar.

        La enseñanza de trabajar con sensibilidad, con contenido, en relax, siempre lo más limpio posible y pulir, pulir constantemente la técnica, ajustarte de manera estricta a la forma para posteriormente salir de ella para ser libre, ser amigo de la soledad con la práctica personal, reflexionar mucho sobre lo que se hace dentro y fuera del tatami, ser honesto con los alumnos que dependen de ti, alabar y motivar cuando hay que hacerlo y ser severo cuando la situación lo requiera, siempre anteponer el Aikido al dinero aunque a veces las cosas no vayan tan bien, en definitiva, valores que cimentaron mi personalidad como aikidoka.

        Todo eso que ingerí en la mayoría de los casos sin ser consciente de su beneficio, me sirvió a posteriori para desarrollar un método y una planificación propia, con bases en todas esas aportaciones que absorbí por el contacto con su persona.

        Luego, el tiempo distancia a las personas, aunque manteníamos contactos esporádicos nuestros encuentros cada vez eran menos frecuentes, procuraba siempre seguir su trabajo en la distancia y me concentraba en desarrollar el mío propio.

        Siento mucho la pérdida de Sensei, pero la vida es cambio (Anitya), nos queda como herencia el legado que plató en cada uno de nosotros al cual debemos de ser fieles, honrarlo y trasmitirlo, ¡eso es tener sentido del honor y ser agradecidos! Hay que saber de dónde se viene para saber a dónde se va.

        Le doy las gracias por todos aquellos momentos vividos juntos, por las enseñanzas recibidas, el tiempo invertido en mi persona, las palabras de ánimo en momentos difíciles y su apoyo para crecer y desarrollarme.

        ¡Hasta siempre Sensei!

Ishana Pérez.

Aiki - Publis del mes de Enero de 2023.

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