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        Sr. D. Pablo Buitrago Garay  El Sr. D. Pablo Buitrago Garay en la actualidad es enfermero de urgencias; es 1º Dan de Aikido, disciplina que estuvo impartiendo durante 4 años.

        Ha practicado otras disciplinas tales como: Shotokan Gojo Ryu, Judo, Ninjutsu y Kendo.

Índice.

El complemento.

Grandes ideas.

Equipar una Vía.

Desapego práctico.

Escribir.

El tsunami emocional.

Provocar la crisis.

Valorar, valorarse

Ser y llegar a ser.

Ser y estar.

        

Sr. D. Pablo Buitrago Garay. Y su columna: El complemento         El complemento.

        A mi manera de ver, esto es una percepción muy personal, la idea de Ueshiba Sensei no era la de crear una escuela propiamente dicha de sable y bastón. El se apoyaba sobre el estudio de esas armas para educar sobre el eje, el centro, la dirección, etc.

        Yo mismo tuve la experiencia de enseñar aikido de ese modo y la comprensión de la mano vacía es mucho mas rápida y profunda, es mi opinión, a mi me funciono.

        Existen infinidad de aplicaciones de armas a mano desnuda. Ueshiba Sensei las aplicaba de manera continua, según relatan sus alumnos. Para el no existía diferencia de una forma a otra, todo era extrapolable. El fue un genio no podemos olvidarlo.

        A su hijo le toco el ingente trabajo de ordenarlo todo y ponerle nombre, no fue fácil ponerle puertas a una casa que no tenia muros, esta fue la genialidad de Kisshomaru Sensei.

        En esta ordenación las armas quedaron en un plano más discreto. Según Tamura Sensei, fue Saito Sensei el encargado de ordenar este trabajo, con aportaciones personales suyas , dando lugar a la Iwama ryu.

        El resultado de todo esto es que en España, salvo honrosísimas excepciones, el trabajo que nos ha llegado es pobre y deshilvanado, y está quedando en desuso.

        Sucede que algunos aikidokas buscan en las armas una educación integral clásica que complemente su estudio a mano desnuda. Ahí radica su error, no se puede "complementar" con algo que ya de por si viene funcionando desde la antigüedad como un método redondo de enseñanza.

        Con esto no quiero decir, ni mucho menos que el aikido por no tener el "pedigrí" de antiguo valga menos, es simplemente que venir con esa mentalidad de extraer una parte a un sistema perfecto es una falta de respeto.

        Si se vive el aikido con intensidad y quieres tener otra vivencia con las armas me parece lícito. Pero esa intención predadora de rellenar una supuesta carencia del aikido con una pequeña porción de una escuela antigua me parece pervertir el sentido de ambas.

        No estoy en contra de las fusiones de estilos, Budo está en continua evolución y las innovaciones nos permiten continuar con esa dinámica.

        Gracias a la genialidad de gente que innovo con valentía y genialidad, nacieron estilos dignísimos como el caso de Saito Sensei. Pero la creación solo puede llegar de la mano de gente muy experimentada, no de un estudiante atrevido que haga un refrito para complementar.

  Pablo Buitrago Garay. Noviembre de 2013.

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Sr. D. Pablo Buitrago Garay. Y su columna: Grandes ideas        Grandes ideas.

        Os recomiendo un libro de ciencia ficción, LA ISLA DEL DOCTOR MOREAU de H.G.WELLS. Un científico enloquecido que se dedica a hacer experimentos con animales y los convierte en hombres. Seguro que conocéis el argumento.

        El malvado doctor convierte a un mono en predicador, este mono se encarga de la salud espiritual de su extraña feligresía, pero es consciente de su limitación intelectual y va a la caza de nuevas ideas para divulgarlas, él las llama "grandes ideas".

        En cierta ocasión durante un curso de sable me preguntaron ¿qué significaba para mí el sable? Yo ni corto ni perezoso respondí: LA PUREZA

        La PUREZA, nada más y nada menos, que bien me quedé, que "gran idea". Si en ese momento me hubieran preguntado qué quería decir hubiera tenido un problema serio

        Es lo que nos sucede cuando leemos sin criterio y sin analizar lo que leemos, nos convertimos en monos predicadores, repetimos ideas que por su forma nos parecen atractivas pero sin entenderlas del todo.

        El problema se agrava del todo cuando un prestidigitador de las palabras empieza a mover en un grupo esas grandes ideas, todos le siguen en masa y esos POPES de la espiritualidad, dejan escrito negro sobre blanco, textos de sustento para monos hambrientos de trascendencia. Los errores se perpetuán, seguimos creyendo que solo por el hecho de estar escrito debe ser verdad, ¿dónde está nuestro sentido crítico?

        Vivimos una época infame donde hasta una mesita de comedor puede ser muy ZEN, ¡esto es lo último! Y así un largo numero de ejemplos en lo cual lo espiritual se convierte en un bien de consumo.

        Creo que, al menos, en budo todo aquel que escriba temas de cierta seriedad tiene dos obligaciones, la primera documentarse mucho y bien. La segunda es sudar como un perro en el tatami, nunca me voy a creer a nadie que escriba de budo sino lo experimenta por sí mismo, no creo que en nuestro mundo nadie pueda escribir nada serio solo con experiencia intelectual.

        Por suerte las nuevas tecnologías nos están proporcionando mucha información y conectando a muchas personas de sitios distantes con inquietudes similares, y aquí en nuestro país existen personas que apuestan por la cultura del budo y por la difusión seria de esta cultura y lo que es más interesante, lo hacen con un pie al ordenador y con el otro en el tatami. Tenemos que apostar por esta corriente que nos ayuda a dignificar algo ya de por si digno, como es el budo y a exorcizar a los fantasmas del doctor Moreau.

  Pablo Buitrago Garay. Octubre de 2013.

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Sr. D. Pablo Buitrago Garay. Y su columna: Equipar una Vía        Equipar una Vía.

        En el argot de los escaladores llamamos equipar una vía abrir una nueva ruta en la pared rocosa, eso implica, encontrar un camino, trazar una ruta e iniciar la ascensión.

        Para acceder hace falta ir buscando apoyos en las señales anfractuosidades de la roca, tener la visión de dar un paso pensando en que los siguientes van a ser viables.

        Dejar una vía equipada es un acto de generosidad, dejamos la ruta pertrechada con nuestro material, no solo para nuestro equipo, sino para los siguientes que vengan.

        El mayor esfuerzo corre de nuestra cuenta, nuestro paso es lento, trabajoso y meticuloso. Equipamos la vía no solo pensando en nuestras posibilidades sino también en las de los que nos siguen.

        Durante mi andadura como practicante, he tenido la suerte y el privilegio de asistir al nacimiento de varias disciplinas en mi región. He sido testigo en primera fila del ingente esfuerzo de comenzar una disciplina, de los primeros pasos vacilantes.

        El que tiene la vocación de iniciar un estudio es como una mariposa en fase de crisálida, está especialmente expuesto a cualquier ataque. En ese periodo crítico hasta que surge la mariposa, puede suceder de todo, pero si la determinación del estudiante es continuar, nadie podrá pararlo.

        Otros estudiantes pueden seguir la vocación de esa Vía, el Camino está abierto y es más fácil seguirlo. En este ejercicio de generosidad el que inicia debe sentirse privilegiado por ser el trampolín para los demás.

        Aunque a veces asistimos al doloroso espectáculo de ver como se ningunea el esfuerzo de esa persona que abrió el camino. Se le condena al ostracismo, como un testigo incómodo de la persona que apoyada en sus hombros fue más allá. Y de manera bidireccional, cuando el que abre la vía pretende que nadie le pase, ni que nadie salga de su camino marcado, todo debe fluir en armonía, porque nos guste o no, todo seguirá fluyendo.

  Pablo Buitrago Garay. Agosto de 2013.

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Sr. D. Pablo Buitrago Garay. Y su columna: Desapego práctico        Desapego práctico.

        Si queremos profundizar en nuestro estudio del Budo, nos damos cuenta que la relación con el Zen nos lleva, inevitablemente, a la práctica del desapego o cuando menos a la reflexión sobre él.

        Eran otros tiempos en los que los samurái debían ir ligeros de equipaje (como decía el poeta), un lastre emocional, o el apego a una posesión material, les impedía estar centrados en la continua exposición de su vida durante la batalla.

        Todos sabemos que los conceptos de desapego, y otros muchos del Zen, se terminaron convirtiendo en una importante medida en el sustento ideológico del bushido. Era tan profundo este estudio que no fueron pocos los guerreros que escogieron la Vía espiritual del budismo para retirarse de la vida cotidiana.

        Hace mucho tiempo tuve una conversación con un maestro japonés de aikido, le preguntamos sobre el Zen. No es nada usual que un japonés exponga sus pensamientos íntimos en público, ni mucho menos un Sensei con siete danes a sus espaldas, pero ese día le vimos transmutarse la cara y con ira mal contenida nos conto que él pensaba que el Zen era una manera de estupidizar a las personas y hacerlas insensibles a su entorno, el no era partidario de esa "creación de autómatas".

        Bueno, esa es una visión radical pero quizás tenga un trasfondo útil como idea, no debemos olvidar que nosotros no somos monjes ni guerreros. Guerreros, no podemos ser, ese tiempo acabo a Dios gracias. Monjes tampoco somos, no es el camino que hemos elegido. Pero debemos reflexionar; hace mucho tiempo estuve a punto de hacer un desembolso muy importante de dinero comprando unas instalaciones ideales para hacer un dojo. Felizmente la operación se trunco y digo felizmente porque a la semana siguiente me diagnosticaron una patología crónica de las rodillas y me recomendaron que dejara la actividad física intensa.

        Me hubiera encontrado en una difícil situación que me llevo a pensar si realmente merecía la pena depositar todo el peso de mi vida sobre algo tan volátil como la salud de mis rodillas.

        No podemos permitirnos a nosotros mismos que el objeto de nuestro estudio se convierta en el mayor de nuestros apegos, la vida es un puzle cromático de muchas piezas: familia, trabajo, aficiones y pasiones. Si la silla sobre la que nos sustentamos tiene una sola pata, y esta se quiebra, todo se vendría abajo.

  Pablo Buitrago Garay. Septiembre de 2013.

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Sr. D. Pablo Buitrago Garay. Y su columna: Escribir        Escribir.

        Escribir es un acto de valientes, así tal cual, o de locos, nunca se sabe. El que escribe expone sus sentimientos, conocimientos... quien sabe que cosas quiere transmitir, luego, se somete al juicio público. La gente emite su veredicto sobre lo que escribes y acto seguido sentencia al escritor para bien o para mal.

        Cuando escribes, te puedes equivocar, enfocar mal un tema o simplemente no transmitir aquello que quieres expresar.

        Cuando pasa el tiempo, cambias de ideas, ves las mismas cosas con un criterio distinto, pero eres ya esclavo de tus palabras, como dice el proverbio.

        Ese error, si lo quieres llamar así, te acompañara el resto de tu vida.

        Tengo ya unos años y cuando miro atrás, me da la impresión de haber vivido varias vidas todas distintas e incluso inconexas, como si hubiera sido varias personas a la vez. Si por miedo no hubiera escrito, esas personas no hubieran tenido la libertad de expresarse, de equivocarse. Equivocarse no es una consecuencia de escribir, equivocarse es un derecho.

        Los budokas no escribimos, tenemos miedo o creemos que no tenemos nada importante que decir, pero hacer Budo es leer, es hablar, escribir. Budo es una pasión, un vehículo de expresión, un cumulo de sensaciones que merecen tener más trascendencia que una simple conversación apoyado en la barra de un bar tras una dura practica.

        ¡Quien nos prohíbe hacer incluso poesía si nos da la gana!

        Tenemos que lanzarnos a escribir, si no estamos preparados o tenemos faltas de ortografía etc., importa poco, ¡plasmemos nuestras emociones! Internet es una herramienta maravillosa para conectar a la gente, porque no para conectar sentimientos.

        Hasta los mismos samuráis intentaban componer poemas antes de entrar en batalla, para educar su espíritu en un trance peligroso.

        Cuanta gente hay con un montón de cosas interesantes que decir y nadie conoce su existencia...

  Pablo Buitrago Garay. Junio de 2013.

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Sr. D. Pablo Buitrago Garay. Y su columna: El tsunami emocional        El tsunami emocional.

        Mi amigo F, practicaba zen, había tenido una vida complicada y por fin había encontrado un poco de paz. Aunque una vez más el destino le tenía preparado otro golpe.

        Su madre estaba en estado terminal y su agonía se alargaba en exceso. Atormentado por sus malos sentimientos acudió a su maestra y le explico:

        Mi madre se muere, sufre mucho, mi vida se ha alterado por completo y deseo que su vida termine cuanto antes. Este deseo me hace sentir egoísta y me crea mala conciencia.

        A lo que su maestra respondió: lo importante no es que tengas ese pensamiento, lo importante es que te has dado cuenta que no es el adecuado.

        Decir que el budo nos hace más fuertes, es dar una imagen cierta pero un poco ambigua con respecto a esa fortaleza.

        Es evidente que ganamos en destreza y fortaleza muscular, es cierto asimismo que aumenta nuestra seguridad personal. Pero existe otra cualidad de la fuerza más sutil, menos evidente, es como lo definía K. Ueshiba: un centro fuerte.

        Es esa fuerza que emana de la templanza del espíritu.

        Para un samurái, prepararse para morir era su máximo reto.

        En este periodo de relativa paz en el que vivimos, la muerte queda como algo lejano, no nos preocupa en exceso. Pero cuando llega el "tsunami emocional" en forma de muerte de un ser querido, enfermedad, ruptura sentimental etc., nos arrolla con su incontenible fuerza, es imposible luchar contra eso, porque vamos a perder sí o sí.

        Es cuando pasa la ola y se establece un proceso prudencial de duelo es cuando toca levantarse, si no somos capaces de rehacernos, algo está pasando.

        El que va a un gimnasio a hacer una sesión de "full combat" no tiene porque entenderlo, el que va a un dojo a hacer budo sí.

        El budoka no debe solo trabajar su cuerpo sino también su espíritu y su mente. Hay quienes piensan que el fin último de las artes marciales es el combate, pero el budo, a mi manera de entender, debe trascender sobre eso y dedicarse a otro combate, al de la vida cotidiana.

        Decir que el budo te hace mejor persona, quizás no sea del todo exacto, creo que sería mejor decir que te ayuda a hacerte persona.

        Vivimos ajenos a peligros y dramas de la vida hasta que nos tocan de lleno. Debemos pues, enfocar nuestro estudio no solo a entrenar nuestro cuerpo sino también nuestro espíritu. La mejor manera puede que sea analizar la vida con sus altibajos, sentarnos a observar lo que pasa a nuestro alrededor.

        Prepararnos de manera cotidiana para dejarnos llevar por esa ola con el firme propósito de volvernos a levantar en cuanto podamos.

        Como mi amigo F, descubrió en un momento amargo de su vida, los seres humanos no somos más que cascaras de nuez en el mar agitado de la vida.

        Comprender esa fragilidad y aceptarla es lo que nos hace fuertes.

  Pablo Buitrago Garay. Julio de 2013.

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Sr. D. Pablo Buitrago Garay. Y su columna: Provocar la crisis        Provocar la crisis.

        Hace ya algún tiempo, vi un documental en televisión que me impacto mucho. Una comunidad religiosa norteamericana, de estas que renuncian a la tecnología moderna y visten a la antigua, llevando una vida austera y sencilla, tiene una costumbre bien curiosa.

        Cuando los jóvenes de la comunidad llegan a una cierta edad, les dan permiso durante un año para llevar la vida que quieran, durante ese año pueden beber, fumar, llevar coches, en fin darse una buena fiesta…

        Transcurrido ese año deciden si vuelven a su comunidad o si la abandonan para siempre, en el último caso nadie les reprocha nada.

        El símil es extraño, pero pienso, y no solo lo pienso sino que he visto a senseis de budo que incitan a sus alumnos a que salgan y vean otros dojos y otras maneras de hacer las cosas antes de comprometerse con su dojo, evidentemente no todos vuelven.

        La libertad de un alumno, implica libertad de elección, no todos los que están en un dojo están de una manera consciente, libres. Bien porque se les tapa los ojos para que no vean más allá, o bien porque no se han molestado en buscar lo suficiente, desconociendo lo que hay tras los muros de su dojo.

        El alumno que vuelve a su dojo, lo hace plenamente convencido de la idoneidad del mismo. El dar libertad a los alumnos implica una grandeza de carácter y una gran confianza en uno mismo, es una firme apuesta por el trabajo propio. Pienso también que es una decisión inteligente porque quizás tarde o temprano estos alumnos encuentren por si mismos eso que se les oculta y decidan igualmente abandonar su dojo, de una manera mas traumática para todos. El que decide abandonar el dojo libremente siempre le respetara, el otro puede que no.

        El "CUANDO" se debe realizar esta apertura de la puerta depende de cada dojo y de cada persona, un buen momento para hacerlo pienso que puede ser al principio, a la llegada del estudiante. Pero cuando se inicia la instrucción ese estudiante debe estar plenamente centrado en su dojo y seguro de donde está. Lo que no quita para hacerlo en cualquier momento a criterio del instructor.

        Si un sensei enseña el "desapego" no tiene sentido que lo haga apegándose a sus alumnos, ellos tienen vida propia, el flujo de entrada y salida es continuo, pero el sensei solo puede estar en un sitio, al pie del Kamiza.

  Pablo Buitrago Garay. Abril de 2013.

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Sr. D. Pablo Buitrago Garay. Y su columna: Valorar, valorarse        Valorar, valorarse.

        Era una tarde tórrida de verano, estaba en clase de japonés y no estaba especialmente brillante ese día.

        En un arrebato de indignación conmigo mismo se me ocurrió decir: "Llevo un montón de tiempo estudiando y no sé decir nada".

        Mi profesora con el semblante serio me dijo: "Si tú admites tu fracaso, estas afirmando el mío, yo soy la que te enseña, si no aprendes es porque no te enseño bien".

        En la vida hubiera pensado tal cosa pero era totalmente cierto, lo que yo decía como un rapto de humildad a ella le suponía un fracaso.

         Así que muchas veces vamos por la vida de inseguros, sin saber que estamos vinculados en un entramado social de personas que nos enseñan y a otras que aprenden y confían en nosotros. Si aceptamos nuestra derrota es como un montón de fichas de dómino, que se tiran unas a otras.

        No pido que nos sobreestimemos, pero sí que seamos justos con nosotros mismos.

        Durante mi etapa de practicante de aikido tuve que convivir en el tatami con gente realmente brillante, por mucho que yo me esforzaba nunca llegaba a ser como ellos y ahí estaba el error. Si yo me hubiera valorado a mi mismo en vez de estar comparándome o compitiendo con nadie quizás hubiera disfrutado un poco más de la practica. Solo con el tiempo me he dado cuenta de mis logros en esa fase, de las cosas que yo fui capaz de hacer, que ahora, tiempo después, me parecen admirables y me enorgullecen.

        No es justo ni con nosotros ni con los que se esfuerzan por nosotros que claudiquemos o no nos valoremos en nuestra justa medida, la persona que no se valora lanza a su entorno un mensaje no verbal de fracaso, que es captado por los demás inmediatamente, el que no se valora nunca será valorado por los demás.

        Creo que el aikido es un arte puramente sensitivo, si estudiamos Budo, en el combate no tiene ningún sentido no irradiar confianza, en un combate real eso nos supondría la muerte.

        Si algo tiene el BUDO es que nos prepara para el combate de cada día con métodos de instrucción arcaicos, en su día, gente que se preparaba para la batalla con estos métodos aprendía a confiar más en sí misma, a conocerse más, a saber más de sí misma. Si estudiando estos métodos y no mejoramos, algo está fallando, en la transmisión o simplemente en la recepción.

        Nos sigue costando mucho trabajo interiorizar todas las mejoras que el Budo nos puede aportar, somos muy poco permeables, conozcámonos a nosotros mismos sin tomar referencias externas, la vara de medir de los demás no necesariamente nos puede servir a nosotros, solo un trabajo serio de introspección nos puede llevar a conocernos y a valorarnos justamente.

        ¡Por cierto, se hablar japonés maravillosamente!

  Pablo Buitrago Garay. Mayo de 2013.

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Sr. D. Pablo Buitrago Garay. Y su columna: Ser y llegar a ser        Ser y llegar a ser.

        Escuche en una ocasión una historia sobre Miguel Ángel, el escultor del renacimiento, hablaban de su capacidad para visualizar en una mole bruta de mármol una escultura.

        Él era capaz de percibir lo que había dentro de cada piedra, donde los demás solo veían piedra él veía un "David" o una "Piedad" de tal modo que cuando empezaba a esculpir lo hacía con la mayor precisión desde el principio, por ejemplo, si comenzaba por una mano hacia directamente venas, uñas etc. eso nos da idea de su capacidad.

        Creo que todo sensei es un escultor, pero también creo que asimismo esos formadores deben tener la humildad de no querer forzar la piedra a un escorzo no deseado, me explico, lo que hay dentro de la piedra es lo que hay, para bien o para mal, querer llevarla más allá es un error , quedarnos cortos es otro.

        Con sabiduría el sensei, ya transformado en escultor debe ver esa piedra en bruto, ¿que es difícil? Ya lo sé, tampoco es fácil llegar a ser un enseñante.

        Trabajar esa piedra con la convicción de lo que hay dentro, arrancar a la naturaleza tosca toda la belleza que pueda dar, dar la libertad a la piedra de expresarse.

        Asimismo eliminar lo superfluo, lo innecesario lo que resta esplendor, pulir el detalle. Dar armonía a un conjunto que ya existe dentro de la piedra.

        No nos equivoquemos, ¡todas las piedras no sirven para esto! Si entendemos el Budo como una Vía de perfección, si nos empeñamos en enseñar a un cretino, finalmente lograremos un perfecto cretino. El problema de estos "imbéciles" es que cuando se sienten "escultores" modelan buenas rocas y sacan de ellas extrañas esculturas, depende de la naturaleza de estas esculturas o se convierten en nuevos cretinos a imagen y semejanza de sus maestros o inician su camino de búsqueda por si mismos arrastrando finalmente las mutilaciones de una mala práctica de enseñanza sobre ellos, ¡penoso!

        Creo que la esencia de la practica en Budo es SER no llegar a ser, que quiero decir con esto, estamos tan obsesionados con el potencial del individuo que nos olvidamos del individuo, si proyectamos nuestras ambiciones en el futuro nos olvidamos del presente, del aquí y ahora, ¿os suena?

        Mientras practicamos, cuando nos esculpen, estamos ahí dentro, el merito del sensei es reconocer lo que hay y sacarlo a la luz. El merito del alumno es tener la paciencia necesaria para aguantar los martillazos.

        No podemos obsesionarnos con el "potencial" nuestro o el de los demás, tampoco podemos hacer una palabra tabú de ella, es simplemente que potencial nos lleva al futuro, a la expectativa, en un asunto tan delicado como la práctica del Budo necesitamos todo nuestro potencial aquí y ahora, lo futuro se difumina y se hace uno con el presente.

        En cierta ocasión que asistí a clase de un "prometedor" profesor se me ocurrió decir a la gente que estaba a mi lado "que lejos va a llegar" y un alumno recién llegado me respondió muy serio "¡ha!, es que hay que llegar a algún sitio". Ninguno de los dos se equivoco, el profesor llego muy lejos y no puedo estar más de acuerdo con el principiante. El sitio donde tenemos que llegar esta en el punto de partida, en nosotros mismos.

  Pablo Buitrago Garay. Febrero de 2013.

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Sr. D. Pablo Buitrago Garay. Y su columna: Ser y estar        Ser y estar.

        En cierta ocasión, durante una clase de japonés le pregunte a mi profesora: ¿aikidoka es el que practica aikido? la respuesta fue rotunda, ese KA final implica que aikidoka es no solo el que practica sino el que vive por y para el aikido.

        Qué diferencia de nuestro concepto, vamos un par de veces por semana al dojo, hacemos lo que hacemos, si es que lo hacemos, nos tomamos un par de cervezas y para casa, eso sí, en casa nos vemos todo lo que sale en YouTube, nos peleamos en todos los foros con seudónimos que nos esconden convenientemente y ¡ale! Un pis y a la cama.

        La vivencia de un Budo debe ser algo más profundo que todo esto, no hace falta siquiera que nombre el tema espiritual, ahí ni me meto, ¿qué cuál debe ser la vivencia? preguntadle a vuestro sensei, yo que sé, ¡buscad la vuestra! tenéis esa facultad maravillosa. Pero no os quedéis en la superficie ni en la anécdota.

        Hace ya un año, tuvieron la amabilidad de invitarme a realizar un Embu (demostración) de carácter benéfico, debía representar, -como alumno- a mi escuela de sable. Me pareció una idea maravillosa, compatibilizar mi pasión con la ayuda a los demás, que bien. El iai de mi escuela es particularmente complicado, amén de peligroso si se realiza de manera descuidada. El problema surgió cuando caí en la cuenta que solo podía efectuar una serie de iai (cuando uno se enfrenta a estas situaciones se da cuenta de que cosas tan nimias se convierten en grandes problemas), esto quiere decir que desde el principio uno debía empezar como un cohete, no estaba preparado, mi practica empezaba de menos a más por eso mismo por la peligrosidad y por la exigencia física.

        Tuve que cambiar el planteamiento mental de la práctica; en tiempos antiguos en Japón, con la posibilidad de un conflicto inminente, tampoco tenían tiempo para un "calentamiento" previo al combate. Tenían que estar prestos a lo que fuera, -les iba la vida en ello-. Obviar esto es pervertir el sentido de la práctica, ahora bien, también están las lesiones por falta de calentamiento, pero un cuerpo bien acondicionado con la práctica física continuada es menos propenso a esto.

        Finalmente realice el Embu y fue una experiencia muy grata para mí, gracias a esto descubrí una cosa: la disponibilidad inmediata exige una entrega continuada, esa entrega continuada viene cuando se vive por y para eso a lo que nos entregamos.

  Pablo Buitrago Garay. Marzo de 2013.

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